Cómo calmar la ansiedad sin pensar positivo: una técnica que sí ayuda
- Mai Pareja
- 2 may 2024
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 21 ago
Vivir con ansiedad es como tener un ruido constante en el fondo: no importa lo que hagas, siempre está ahí. Puede aparecer como un nudo en el estómago antes de dormir, un peso en el pecho en medio del trabajo o un pensamiento que se repite una y otra vez hasta dejarte sin aire. Y lo peor es que, aunque lo intentes todo —respirar profundo, distraerte, pensar en positivo— nada parece calmarla del todo.
Nos han vendido la idea de que la ansiedad se controla con frases bonitas o con la voluntad de “cambiar de chip”. Pero, ¿qué pasa cuando haces todo eso y la ansiedad sigue ahí? ¿Qué pasa cuando no logras apagar la mente, cuando la opresión en el pecho vuelve una y otra vez, cuando tu cuerpo se enciende como una alarma sin motivo aparente?
La realidad es que la ansiedad no desaparece porque quieras ignorarla ni porque intentes taparla con pensamientos optimistas. De hecho, cuanto más la luchas, más fuerte parece hacerse. Y eso no significa que estés rota, significa que estás usando la estrategia equivocada.
En este artículo no voy a pedirte que pienses en positivo ni que te fuerces a sonreír. Voy a mostrarte por qué la ansiedad no es tu enemiga, sino un mensaje urgente de tu cuerpo, y cómo puedes empezar a calmarla sin luchar contra ella. La técnica que vas a descubrir —el Focusing— no es magia ni evasión, sino una forma concreta de escuchar lo que tu cuerpo quiere decirte y transformar esa ansiedad en claridad y calma.

Por qué no sirve pensar positivo para calmar la ansiedad
Cuando alguien dice “piensa en positivo”, la intención puede ser buena, pero para quien vive con ansiedad esa frase se siente como una bofetada. No porque no quieras estar bien, sino porque tu cuerpo no responde a la lógica de las palabras bonitas.
La ansiedad no se apaga porque repitas “todo está bien” mientras tu corazón late a mil y tu garganta se cierra. Al contrario: ese intento de forzarte a sentir calma termina generando aún más frustración, porque pareciera que la culpa también es tuya por no lograrlo.
👉 Ejemplo realista: estás a punto de tener una conversación importante con tu pareja. Sientes un nudo en el estómago, las manos sudan, la voz tiembla. Intentas repetirte: “Tranquila, todo va a ir bien”. Pero el cuerpo no hace caso. El nudo sigue ahí, incluso se intensifica. ¿Qué ocurre? Que tu sistema nervioso ya está en modo alerta, y una frase positiva no llega a apagar esa alarma.
El problema no es que no pienses “bien”, sino que la ansiedad no es un pensamiento: es una reacción corporal. Y el cuerpo no entiende de afirmaciones forzadas, entiende de atención, de escucha, de espacio para descargar lo que está acumulado.
Por eso, pensar positivo no es suficiente. Puedes engañar un rato a tu mente, pero no puedes engañar al cuerpo.
El verdadero cambio comienza cuando en lugar de luchar contra la ansiedad, te das permiso para sentirla y atender lo que quiere mostrarte. Y ahí es donde el Focusing se convierte en una herramienta transformadora: porque no intenta convencerte de que estás bien, sino que te enseña a escuchar y transformar lo que ya está en ti.
Tu ansiedad es una alarma, no tu enemiga
La mayoría de las personas vive la ansiedad como un enemigo: algo que hay que eliminar, controlar o esconder. Pero si lo miras de otra manera, la ansiedad es como una alarma interna: incómoda, molesta, ruidosa… pero con una función clara: avisarte de que algo necesita tu atención.
No es casualidad que la ansiedad se manifieste en el cuerpo: un nudo en el estómago, la respiración corta, el pecho apretado, la mandíbula rígida. Es la forma en que tu sistema nervioso te grita lo que tu mente intenta silenciar.
👉 Ejemplo realista: Antes de entrar a una reunión, sientes el corazón acelerado y un calor intenso en la cara. No entiendes por qué, si “todo está bajo control”. La verdad es que tu cuerpo está mostrando un miedo más profundo: quizá el temor a no ser suficiente, a equivocarte, a que los demás te juzguen.
Si intentas apagar la alarma sin escucharla —con distracciones, frases positivas o autoexigencia—, lo único que logras es que esa alarma vuelva a sonar con más fuerza.
La clave no es callar la ansiedad, sino escuchar el mensaje detrás de ella. Muchas veces, lo que aparece no es un problema nuevo, sino una emoción vieja: tristeza no expresada, miedo a decepcionar, lealtades invisibles a tu familia, o la sensación de que no tienes derecho a estar tranquila.
Con el Focusing, en lugar de luchar con la alarma, puedes acercarte a ella con curiosidad. En vez de decir “quiero que esto desaparezca”, puedes preguntar:
¿Qué me está queriendo mostrar esta sensación?
¿Dónde la siento en mi cuerpo?
¿Qué necesita de mí ahora mismo?
Al hacer este cambio de enfoque, la ansiedad deja de ser un monstruo que te persigue y se convierte en una guía que te señala por dónde empezar a sanar.
Cómo validar tus emociones y dejar de luchar contra ti misma
Nos han enseñado a dividir las emociones en dos grupos: las “buenas” (alegría, entusiasmo, calma) y las “malas” (ansiedad, tristeza, miedo, rabia). Y bajo esa lógica, lo que hacemos de manera automática es tratar de eliminar las que incomodan.
El problema es que cuando reprimes lo que sientes, no desaparece: se intensifica. La ansiedad que ignoras se convierte en opresión en el pecho. La rabia que callas aparece como bruxismo de noche. La tristeza no atendida pesa en forma de cansancio constante.
👉 Ejemplo concreto: Sientes un nudo en la garganta antes de decir algo importante a tu pareja. En lugar de escucharlo, te dices a ti misma: “No debería estar tan nerviosa, tengo que tranquilizarme”. Eso no calma nada; solo aumenta la sensación de que algo anda mal en ti.
El Focusing propone un giro radical: en vez de luchar contra la emoción, validarla. Es decir, darle permiso para existir sin querer cambiarla enseguida.
Puedes hacerlo con pasos simples:
Cierra los ojos y ubica la sensación en tu cuerpo.
Nómbrala sin juicio: “Hay miedo acá”, “Siento ansiedad en el pecho”.
Dile internamente: “Está bien que estés acá”.
Ese gesto de aceptación cambia todo. Porque cuando una parte tuya se siente reconocida, empieza a relajarse sola. No necesitas forzarte a “pensar positivo” ni a estar bien. Solo necesitas permitir que lo que ya está ahí tenga un espacio seguro.
En palabras simples: la validación emocional es como abrirle la puerta a un visitante incómodo para que se siente en tu mesa en lugar de dejarlo golpeando la ventana toda la noche.
La ansiedad como guía: transformar el caos en claridad
Cuando la ansiedad aparece, la vivimos como un huracán incontrolable: pensamientos que no paran, el cuerpo en alerta, la sensación de que todo se desordena. La primera reacción suele ser huir o distraernos: mirar el móvil, trabajar de más, comer sin hambre, lo que sea para tapar. Pero esa huida solo alarga la tormenta.
El Focusing enseña otra cosa: la ansiedad no viene para destruirte, viene a mostrarte algo que todavía no viste.
👉 Ejemplo cotidiano: Tienes un encuentro importante y tu cuerpo se tensa: hombros duros, estómago revuelto, respiración entrecortada. En lugar de pensar “tengo que tranquilizarme”, puedes detenerte y notar:
¿Qué imagen trae esta sensación?
¿Qué emoción escondida hay detrás? ¿Miedo al rechazo, necesidad de validación, enojo no expresado?
¿Qué me pide esta ansiedad que atienda?
Cuando lo haces, la tormenta deja de ser caótica. Se convierte en un mapa interno. Ya no estás perdida en el torbellino, sino recibiendo un mensaje claro: “Hay algo que necesita tu atención aquí”.
Antes: la ansiedad se siente como un caos que no puedes controlar.
Después: al darle espacio con Focusing, puedes distinguir su forma, su intensidad, su mensaje.
Ese cambio de enfoque te devuelve poder. Porque la ansiedad deja de ser tu enemiga y empieza a ser una brújula que te guía hacia lo que tu vida necesita mirar.
Preguntas frecuentes sobre focusing y ansiedad
¿El Focusing sustituye a la terapia psicológica o a la medicación para la ansiedad?
No. El Focusing es una herramienta complementaria que te ayuda a escuchar tu cuerpo y tus emociones, pero no reemplaza un tratamiento médico o psicológico. Puede ir de la mano con otras terapias, potenciando el proceso de sanación.
¿Qué diferencia hay entre Focusing y la meditación?
En la meditación buscas calmar la mente y observar pensamientos. En el Focusing, en cambio, dialogas directamente con las sensaciones del cuerpo para descubrir qué mensaje traen. No es pasividad ni evasión, es un encuentro activo contigo misma.
¿Cuánto tiempo tarda en sentirse un cambio con el Focusing?
Muchas personas notan alivio desde la primera práctica, porque el simple hecho de dar espacio a la ansiedad ya genera descanso. Pero el cambio más profundo se da cuando lo incorporas de forma regular, como un hábito de autocuidado.
¿Qué pasa si me da miedo sentir lo que hay en mi cuerpo?
Es normal. Justamente por eso el Focusing se hace paso a paso y con mucha suavidad, sin forzar nada. Siempre puedes detenerte si algo resulta abrumador. La práctica se basa en la seguridad y en escuchar solo hasta donde puedes.
¿Necesito experiencia previa para practicar Focusing?
No. El proceso es muy natural y cualquiera puede hacerlo, incluso si nunca probaste técnicas de autoexploración. Tu cuerpo ya tiene el lenguaje; lo único que hacemos es aprender a escucharlo.
Conclusión: La calma empieza cuando dejas de pelearte contigo
La ansiedad no necesita que la silencies ni que la tapes con frases bonitas. Solo pide un lugar en tu mesa, un rato de tu escucha. Cuando dejas de huir de lo que sientes, aparece algo nuevo: un respiro, un espacio donde volver a ser tú.
No se trata de controlarla, sino de acompañarla. Dejar que tu cuerpo te hable y descubrir que, detrás de cada sensación incómoda, hay un pedacito de verdad esperando a ser mirado.
Y si no sabes por dónde empezar, no tienes que hacerlo sola. Podemos explorarlo juntas, paso a paso, en una sesión donde tu cuerpo tenga voz y tu ansiedad, por fin, descanso.
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