Focusing y sobrepensamiento: cómo salir del bucle mental a través del cuerpo
- Mai Pareja
- 13 abr 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 nov
¿Alguna vez has sentido que tu cabeza no tiene botón de pausa? Das vueltas a lo mismo una y otra vez, repasas conversaciones, imaginas lo que podrías haber dicho o hecho distinto. Tu mente intenta resolverlo todo, pero lo único que consigue es agotarte. Y cuanto más piensas, menos claridad tienes.
Ese bucle mental no es una muestra de inteligencia ni de responsabilidad. Es una estrategia de control: una parte de ti cree que, si lo analiza todo, podrá evitar errores, anticipar reacciones y prevenir el dolor. Pero el resultado es el contrario: el pensamiento se vuelve ruido, la energía se dispersa y el cuerpo queda fuera de la conversación.
El Focusing te enseña a salir de esa rueda sin luchar contra la mente, devolviéndote algo que ella sola no puede darte: presencia corporal y descanso interno.

Qué significa realmente “pensar demasiado”
Pensar demasiado no es reflexionar ni ser profunda. Reflexionar te da comprensión; sobrepensar te la quita. El pensamiento sano abre caminos; el pensamiento repetitivo los cierra. En el sobrepensamiento, la mente se comporta como un guardián hiperactivo que intenta mantener el control sobre todo: qué dijiste, cómo te miraron, qué podría pasar si hablas o si callas. Pero ese control es una ilusión. Lo que en realidad ocurre es que la mente se sobrecarga intentando resolver algo que no se resuelve con ideas, sino con presencia.
Ejemplo: Antes de una conversación importante, sientes el estómago revuelto. En lugar de notar eso, la mente empieza: “¿y si me malinterpreta?, ¿y si me enfado?, ¿y si me quedo en blanco?”. El cuerpo pide atención, y la mente responde con argumentos. Esa desconexión es el centro del problema.
Lo que ocurre en tu cuerpo cuando piensas sin parar
El sobrepensamiento es mental, pero su raíz es corporal. Tu cuerpo interpreta el exceso de pensamiento como una señal de peligro. El sistema nervioso entra en modo alerta: respiración corta, pecho tenso, mandíbula apretada, rigidez en cuello y hombros. Y mientras tanto, la mente acelera aún más para compensar esa tensión.
A veces ni lo notas: solo sientes cansancio constante, acidez o un peso en la cabeza. Pero todos esos síntomas son formas de decir “ya basta”. El cuerpo no necesita más respuestas, necesita ser escuchado.
Cuando comienzas a registrar lo que el cuerpo siente, en lugar de lo que la mente piensa, el sistema cambia de marcha. La energía mental deja de girar en bucle y se reorganiza en presencia.
Por qué no puedes dejar de pensar (aunque sepas que te hace daño)
Porque tu mente no está intentando castigarte, sino protegerte. En algún momento aprendiste que sentir era peligroso: que mostrar enojo, tristeza o vulnerabilidad podía tener consecuencias. Entonces tu sistema aprendió a refugiarse en el pensamiento.
El pensamiento se convirtió en una especie de refugio luminoso donde no dolía tanto. Pero con el tiempo, ese refugio se volvió una jaula. La mente analiza para no sentir, pero al hacerlo bloquea también el alivio.
Desde una mirada corporal, el sobrepensamiento es una forma de defensa que aparece cuando el cuerpo aún no se siente seguro para sentir. Y el Focusing trabaja precisamente ahí: restaurando la seguridad necesaria para que la mente pueda descansar sin perder el control.
Del análisis a la presencia: cómo ayuda el Focusing
El Focusing, creado por Eugene Gendlin, es una técnica de escucha corporal que enseña a traducir lo que la mente no logra resolver en sensaciones comprensibles. No te pide que dejes de pensar: te enseña a sentir mientras piensas, para que mente y cuerpo vuelvan a cooperar.
Durante una sesión o práctica personal, se dirige la atención hacia el cuerpo para notar qué sensación acompaña ese tema que te da vueltas. Tal vez un nudo en el pecho, un calor en el estómago o un vacío en la garganta. No se analiza ni se intenta cambiar. Solo se observa con curiosidad, y se pregunta: “¿Qué necesitas que sepa de ti?”.
Esa escucha suave cambia el circuito. El cuerpo deja de ser un campo de batalla y se convierte en un espacio de comunicación. Y cuando el cuerpo siente que su mensaje ha sido recibido, la mente ya no necesita repetirlo.
Cómo empezar a salir del bucle mental
No se trata de “parar de pensar” a la fuerza, sino de bajar el volumen de la mente subiendo el del cuerpo. Puedes probar este ejercicio sencillo:
Detente un momento, aunque sea un minuto.
Cierra los ojos y pregúntate: ¿Dónde siento ahora mismo la tensión?
En lugar de intentar entenderla, quédate ahí. Observa si cambia de forma, temperatura o tamaño.
Si aparece una palabra, imagen o emoción, déjala venir sin analizarla.
Agradece lo que el cuerpo te ha mostrado y respira.
Este gesto simple ya interrumpe el circuito del sobrepensamiento. No porque resuelva nada, sino porque le devuelve al cuerpo el papel que la mente intentó asumir sola.
El verdadero control llega cuando dejas de controlar
Pensar demasiado es una forma de control disfrazada de responsabilidad. Pero el control absoluto es agotador: no deja espacio a la intuición ni a la sorpresa. La claridad no llega cuando lo entiendes todo, sino cuando te permites no saber por un momento y sentir que, aun así, estás a salvo.
Soltar el control no es rendirse: es confiar en que puedes sostener lo que aparezca. Cuando el cuerpo siente esa confianza, la mente afloja. Y el silencio interno, ese que tanto buscabas, aparece solo.
Conclusión
El sobrepensamiento no se calma con más pensamiento, sino con presencia corporal. Tu mente no es el problema; está cansada de hacer un trabajo que no le corresponde. Cuando comienzas a escuchar lo que el cuerpo intenta decirte, el ruido baja, la claridad vuelve y la vida se hace más habitable.
Puedes reservar tu sesión de Focusing —presencial en Olot u online— para reconectar con tu cuerpo y permitir que tu mente descanse sin miedo a perder el control.






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